Director Espiritual

Estar, Acompañar, Cuidar.

Jesús de Nazaret y su Evangelio siempre nos sorprende con sus valores y actitudes, pero también la cruda realidad cuando la queremos aceptar y vivir honradamente nos confronta y reta. Por esto mismo, tanto el Evangelio como nuestra Realidad bien asumida nos pueden ayudar a reflexionar para que nuestra vida sea más humana.

Tres verbos, estar, acompañar y cuidar son como tres nódulos de una red que imbrica a estas dichas tres actitudes y valores humanos experimentadas en la vida que son fundamentales. El verbo “estar” (del latín stare y del griego ístemi) formula y expresa la vivencia y la experiencia humana de estar al lado de alguien sencillamente de pie, permaneciendo a su lado, pacientemente, quieto, soportando, a lo mejor calladamente, en silencio, pero aguantando la situación y la experiencia con solidaridad. Sencillamente “se está al lado”.

El verbo “acompañar” (del latín, tomar el pan juntos) formula la relación de solidaridad con el amigo o con el prójimo necesitado; el compañerismo de ir juntos un viaje; la amistad de compartir los bienes que se tienen; la ayuda cuando hace falta “echar una mano”. El verbo “cuidar” (del latín curare) formula y manifiesta la preocupación, poniendo medios prácticos y eficaces, por las necesidades de atención y cuidado que necesita una persona. Es preocuparse de que una persona tenga los medios necesarios para su desarrollo y sostenimiento.

Estos tres verbos nos enmarcan en la relación interpersonal lo que debe ser la clave para que el encuentro entre dos personas, en la cual una de ellas está en situación de necesidad o de precariedad y se produzca una relación de ayuda eficaz. Estar, acompañar y cuidar son
como tres elementos fundamentales que sostienen la clave de bóveda de lo que llamamos relación de ayuda. Habrá relación de ayuda cuando la experiencia humana de saber estar, acompañar y cuidar expresen una actitud empática como valor esencial de la relación interhumana.

¿Cuál es ésta actitud empática? Es la disposición interior de la persona que permite llegar igualmente al interior de la otra persona. Hay empatía cuando se conecta con la otra persona. Cuando se tiende un puente de afecto, de comprensión, de cercanía, de amistad, etc. En la relación de ayuda no vale el estilo autoritario o “manager” ni el paternalista ni el puramente de “amigos y colegas” como relación interpersonal. El estilo de la relación de ayuda es el estilo empático, participativo, en frase de Laín Entralgo “cuasi-diádico”.

El “ayudante” se centra en la persona del “ayudado”. El proceso de la relación de ayuda se puede sintetizar en las siguientes fases: Lo primero es hacerse cargo lo más objetivamente posible de la situación de la persona necesitada, constatar la realidad lo más clara y limpiamente posible. Lo segundo es, en diálogo personal, descender y entrar en el mundo interior de la persona para comprender su situación y hacerse cargo de ella. Lo tercero es, igualmente en diálogo personal con la “técnica del espejo” dar a entender a la persona que se la comprende y que ella misma vea su problema desde la objetividad del acompañante. Entonces se produce propiamente relación de ayuda ya que el ayudante se siente afectado por el ayudado y el ayudado se siente confortado por el que ayuda. En la fase cuarta, la persona necesitada descubrirá por sí misma una “salida o solución” que antes no sabía o no descubría. El ayudante se sentirá como “sanador herido” y el ayudado como “herido sanado”. Las relaciones humanas deben siempre ir por este camino que humaniza y hace crecer y madurar personalmente más.

Marcelino Sánchez Vázquez, S.J.

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